Hace mucho que descubrí mi pasión por viajar. En uno de mis primeros viajes me di cuenta de que me encantaba observar, caminaba mirando hacia todos lados, captando imágenes y memorizándolas para no olvidarlas nunca, y entonces, me acordé de mi cámara. En esos años las cámaras no eran ni la mitad de inteligentes que lo son hoy. Hoy la cámara te usa a ti, solo es necesario pulsar un botón y ella hace todo lo demás, programa automático, le llaman.
Captar momentos con cámara compacta en esa época tenía cuatro pasos, primero observas, después miras y disparas, y luego esperas. Cuando te daban reveladas las fotos en el sobre blanco con tu nombre, lo primero que te venía a la mente era...¿habran salido todas? ¡Espero que no se haya velado ninguna! Y entonces abrías y allí estaban...recuerdos, todo lo que captamos en la memoria volvía otra vez, ese momento perfecto, ese segundo...y de repente, ahí está, esa foto, ese instante que ya no te acordabas, que ni siquiera pensabas que estaría ahí, pero ahí está.
A Pablo Soriano.
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